El término “cólico” deriva del griego Kolikos que significa “tripa gorda”, el hecho de que se produzca evidencia que algo funciona mal en el intestino del niño.
Se llama cólico del lactante a ese estado de malestar que suele comenzar poco después de que el niño salga del hospital y que puede persistir durante 3 ó 4 meses.
El llanto puede ser inconsolable e intenso, con una duración de varias horas y, normalmente, durante la tarde-noche. El bebé que lo sufre presenta, generalmente, movimientos con las rodillas que presionan el abdomen y la expulsión de gases. Cuanto más agudo sea el cólico, más se exacerban estos síntomas. Además de malestar también puede aparecer estreñimiento, regurgitación (u otros trastornos del aparato digestivo), heces de colores diferentes o extraños olores. Puede parecer que esté hambriento pero no se calma al darle alimento o al intentar tranquilizarlo. Sin embargo, por lo demás el bebé está sano y crece normalmente.
Aún no se sabe con seguridad porque se produce aunque algunas pueden ser:
– Inmadurez del intestino, que provoca que el peristaltismo y el movimiento no sea correcto.
– Intolerancia a la lactosa u otras intolerancias alimentarias que pueden dificultar las digestiones.
– La ansiedad, el nerviosismo o el estrés de los padres también puede influir.
Todo esto produce un sentimiento de frustración en los padres que ven a su bebé llorando continuamente sin saber por qué y que no pueden hacer nada para evitarlo, pues la solución que se les da, en muchos casos, no es insuficiente. Esperar a que los cólicos se pasen por si solos se hace insoportable.
En teoría el cólico del lactante debería desaparecer durante el tercer o cuarto mes, pero hemos visto casos en nuestra consulta de bebés de cinco o seis meses que muestran síntomas de cólico del lactante. Estos bebés, en muchos casos, padecen espasmos y dolores desde poco después del nacimiento y el hecho de haber ido innumerables veces al pediatra, solo les ha servido para que este aconseje a sus padres usar medicamentos para los gases (AERORED) o dar masajes al bebé.
No debemos dejar que, desde recién nacidos, los bebés adquieran funcionamientos erróneos de algunas partes de su cuerpo. Muchos de los niños más mayores con problemas de estreñimiento que llegan a nuestra consulta, sufrieron estos problemas siendo recién nacidos.
– Ante todo, y sabemos que es difícil, mantener la tranquilidad. Este problema es pasajero y no es grave aunque si molesto y doloroso.
– Dar calor a la tripa del niño utilizando, por ejemplo, un saco de semillas de los que se calientan en el microondas y se pueden comprar en herbolarios o farmacias.
– Mover al bebé ya sea en la cuna, llevándole en brazos o en el cochecito. Normalmente los movimientos vibratorios ayudan.
– Si la madre aun está dando de mamar debería eliminar de su alimentación todos los lácteos. Si la alimentación es de fórmula, las leches “hidrolizadas” son muy adecuadas. No obstante, antes de cambiar la alimentación del bebé se debe consultar con el pediatra.
– La fisioterapia es uno de los tratamientos más eficaces para este síndrome.
– Existen técnicas que ayudan a mejoran la capacidad de movimiento y el tránsito y en consecuencia el peristaltismo intestinal lo que conseguirá disminuir el dolor y las molestias del bebé.
– Combinando educación postural y terapia manual se obtienen, en la mayoría de los casos, resultados satisfactorios desde la primera sesión.
– Solo con 2 o 3 sesiones en el fisio y el uso de las herramientas que se les da a los padres el tratamiento suele ser suficiente y puede continuarse en casa.
Las molestias ocasionadas por la tensión y el tránsito intestinal inadecuado se mitigan, mejorando considerablemente la vida tanto de los padres como de los pequeños.
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